Llevaba unos días pensando esta entrada, pero preferí dejarla correr, porque con un nivel de indignación tan elevado seguro que iba a escribir alguna barbaridad. A lo largo del tiempo se producen situaciones en el planeta que nos hacen hervir la sangre. Estos días estamos siendo testigos de una. La hambruna salvaje azotando a decenas de miles de personas que huyen de la violencia tribal en Somalia, atravesando desiertos, sin alimentos, ni agua, buscando refugio. Es el momento de actuar. Toca a arrebato en el movimiento internacional de ong´s. Todas y cada una de las grandes, especialistas en atender desastres humanitarios despliegan sus equipos en el terrenos e intentan paliar, en la medida de sus posibilidades, el desastre. Las cifras a las que he tenido acceso son desalentadoras, la magnitud de la catástrofe es dantesca, la gente se muere. Pero lo peor de todo, lo que indigna y rebela la conciencia, es que se mueren de hambre. En estos contextos uno se pregunta
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